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ENDE GELÄNDE, EL GRITO DE LA RESISTENCIA GLOBAL.

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Cuando dieron las 6 de la mañana en el campamento, ubicado a unos 2 km de la mina, todo el mundo se puso en movimiento. Al menos unas mil quinientas personas distribuidas en cinco grupos muy bien organizados, empezaron su camino hacia Garzweiler por diferentes rutas.

La mina de carbón de Garzweiler, con un funcionamiento de cerca de 200 años, es la segunda más grande de Europa. Del carbón que de ahí se extrae, dependiendo de lo modernas que sean las maquinas utilizadas en el procesamiento del mineral, puede aprovecharse tan solo entre el 30% y el 43% de su capacidad de generación energética.

La población de la zona ha tenido que abandonar progresivamente los pueblos circundantes, muchos creen que es mejor aceptar pronto las indemnizaciones ofrecidas por la empresa, ya que de acuerdo al paso del tiempo estas pueden ir disminuyendo de manera significativa.

Un par de días antes, cuando visitamos uno de los pueblitos cercanos, nos enteramos que ese precisamente era el último día en que el transporte público llegaría al lugar. Las casas fueron adquiridas por la compañía de energía RWE (Planta de Energía de Rhine-Westphalia), aunque para ese momento, aún unas pocas familias se resistían a dejar el lugar y abandonar lo que fue su hogar.

Durante toda la semana previa, jóvenes de todas partes de Alemania y de otros países de Europa y el mundo, se prepararon para la acción de desobediencia civil que llevaron a cabo el sábado 15 de agosto, el objetivo, la toma de las máquinas excavadoras para exigir el cierre de la mina y evitar que se continúe desplazando a la gente de poblaciones aledañas por un lado, pero por otro, plantear la discusión de la urgencia de tomar acciones en contra del cambio climático que amenaza no solo a las ciudades y pueblos cercanos, sino a la población mundial en general. Detener lo que ha decir de los participantes, es la mina de carbón con la mayor cantidad de emisiones de CO2 a la atmósfera en toda Europa, era lo que se repetía.

Cánticos y consignas practicadas con anterioridad se escuchaban al atravesar los sembríos y pueblitos de esta zona de Westfalia (Alemania), se podía percibir el nerviosismo de los activistas cada vez que llegaban a los pocos puntos de cruce de la autopista de alta velocidad que los separaba de su objetivo.

El “dedo rosa”, grupo en el que íbamos nosotros, conformado por unas 200 personas, tuvo un par de encuentros con la policía que afortunadamente no pasaron de forcejeos y rocíos de gas pimienta, otros grupos no corrieron la misma suerte, al final del día se conocía de 170 detenidos y un número mayor con riesgo de ser procesados.

La presión de la policía se sintió con mayor fuerza un par de kilómetros antes de llegar a la excavadora, patrullas, autos de la compañía y hasta un helicóptero se utilizó para tratar de evitar el avance de los activistas. Un nutrido grupo de policías apoyados por perros y caballos, consiguió por fin detener nuestro avance, sin embargo, ya al pie de la inmensa excavadora, alguien nos comunicaba que al momento dos grupos más consiguieron llegar al interior de la inmensa mina de unos 200 metros de profundidad y varios kilómetros de diámetro.

El objetivo estaba cumplido, se consiguió que la prensa alemana e internacional hablara del evento y poco a poco durante las siguientes horas de la tarde y noche, decenas de activistas regresaban al campamento para comentar en una mezcla de emociones de todo tipo, los sucesos que habían tenido que pasar durante su acción.

La minería, especialmente la realizada a cielo abierto, siempre vulnera los derechos de las personas y de la naturaleza, no importa si se ubica en Alemania -el país más rico de la Unión Europea- o en Ecuador, la población de igual manera es desplazada y la naturaleza sufre grandes cambios que nuevamente afectan de manera directa a la población.

En Alemania como en muchos países del mundo la gente se pregunta si es “racional” que se sigan extrayendo, sin ninguna medida, recursos naturales con el único fin de alimentar un supuesto crecimiento que asegure el “desarrollo” y “crecimiento” de unos y otros países, sin detenerse a pensar: ¿que tan sostenible es esto? y si el planeta está en capacidad de soportarlo, aún cuando ya todos conocemos la respuesta.

En la Westfalia alemana, como en Íntag o el Yasuní en Ecuador, los pueblos resisten a la ambición de las grandes empresas nacionales y transnacionales que a nombre del “progreso” expolian a sus habitantes para continuar enriqueciéndose de manera desmedida, no importa si el país es rico o subdesarrollado, la globalización de las resistencias es un hecho, las comunidades y pueblos locales que son quienes sufren de manera directa la afectación, son los que ahora proponen que es tiempo de dejar los hidrocarburos y los minerales en el subsuelo y pensar en una nueva forma de existencia que se base en una relación armónica que respete los ciclos naturales y que asegure la vida de la generaciones que están por venir, a esto le han llamado Buen Vivir y ahora gritan a los Gobiernos Ende Gelände, Basta YA!

YASunidos

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